31.5.06

Vuela muerta

Sin duda tu veneno comienza a elaborar su dura misión de entumir de una forma tan fascinantemente hermosa mi cuerpo, y hoy, por primera vez, me dispongo a disfrutarlo.

Este dolor que recorre mi organismo es un sufrimiento puro, sincero, propio, tan mío como mi ser, tan mío como mis sentimientos, tan mío como esta manera estúpida de ver a la vida, tan mía que solo yo la entiendo. En el mundo de cualquier otra persona esto seria completamente ilógico, tan absurdo como un intento fallido de suicidio, pero en mi mundo (lleno de masoquismo y sarcasmo), esto es la vida. En alguna ocasión escuche que el dolor y el sufrimiento nos ayudan a darnos cuenta que estamos vivos, que sentimos, pero solo un muerto sabría si esto es verdad, y por el momento yo no estoy muerto, no tengo tu valor, tu coraje tu decisión. Tu ahora estas muerta, tu tomaste la decisión de morir por mi, podrías haber volado sin dejar una sola huella, solo el recuerdo vano de que estuviste entrelazada entre mis tétricos dedos, que por unos segundos acaricie tu figura, y sabiamente decidiste inmortalizar ese momento, dándome este dolor, este sufrimiento encontrado por mi; después de clavar tu veneno en mi sangre, volaste hacia lo desconocido, volaste hacia un horizonte que nunca podrías alcanzar, y lo sabias, sabias que al volar encontrarías la irremediable muerte, pero oh! Que valentía la tuya, morir volando debe de ser la muerte mas preciosa que puede existir, incluso para un ser terrestre, y tu, un ser etéreo, volátil, libre, fue la forma que escogiste, la mejor sin duda alguna. En el ultimo contacto, clavaste ese aguijón que significo tu deceso, aun recuerdo ese momento como si lo estuviera viviendo en este mismo instante, casi se podía escuchar tu llanto, tu mismo dolor, el saber que iba a ser el ultimo contacto, que nunca podría existir nada mas entre nosotros, y que eso significaba desaparecer. Pero fuiste tan divina, tan presuntuosa que no me diste la oportunidad de verte morir, desapareciste volando, tan graciosa y elegante como siempre, tu orgullo no te permitió en ningún momento que te viera flaquear, desfallecer, morir, simplemente te alejaste a esperar el momento en que tu ser no pudiera mas, y que coraje el tuyo, para desfallecer en pleno vuelo, y sin que nadie pudiera dar fe de lo ocurrido. Ahora que pienso en ti, me doy cuenta que precisamente me comenzaste a doler cuando deje de verte, cuando te perdiste entre la borrasca, cuando dejaste de vivir. Que hombre tan dichoso soy, ¿que amor tan puro puede morir solo por dejar huella? Este dolor, esta huella sin duda se pasara con el tiempo, el tiempo que todo lo descompone, el tiempo que borra las huellas, maldigo al tiempo.

Claudio Ortega Práiz

29 de julio de 2004

tricholito@gmail.com

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